Por: César Hildebrandt
Jura por Dios, la patria, el Apra, su familia, su apá que está en los cielos, el señor Aurelio Pastor. Decorará el ministerio de justicia (con minúsculas).
Es una de las novedades del gabinete (de cocina) que preside Javier Velásquez Quesquén. Una portátil aprista se ha encargado de matizar con gritos de euforia el ritual de este tercer consejo de ministros (con minúsculas) del segundo alanismo.
Velásquez Quesquén está exultante. Parece un sapo que está próximo a convertirse en príncipe. No es para menos. Ahora se da cuenta de cuánto paga ser, en la política peruana, un farsante.
Porque este es el mismo Velásquez Quesquén que un día apareció fotografiado y durmiendo la mona en una plaza pública de Sao Paulo, fotografiado por Torres Iscariote después de haber estado de juerga en un sambódromo. Para la iconografía de Velásquez Quesquén quedó esa foto suya mirándole las tetas de caucho a un travestido mientras bebía un líquido que más tarde, ante el escándalo, sería “agua mineral, puedo jurarlo”.
Sin olvidar que el viaje era oficial, que recibió viáticos y pasajes del Congreso y que la cita era nada menos que una sesión del Parlamento Latinoamericano.
Eso sucedió en diciembre del 2006.. Meses antes, y por encargo directo de su jefe Alan García, Velásquez Quesquén había sostenido en el Congreso la acusación en contra de Alejandro Toledo por una supuesta violación sexual, evento que jamás ocurrió, como lo demostrarían las investigaciones realizadas tras la denuncia. Pero en esa época García le había ordenado a su jauría atacar a Toledo y Velásquez Quesquén obedeció. Como siempre.
Velásquez Quesquén es un mitómano que no se esfuerza, un solapa que carga al Señor de los Milagros (como su mandante), un fabricante de apócrifos.
Un día de 1994, por ejemplo, Velásquez Quesquén iba en un coche de Chiclayo a Zaña. No se sabe por qué, en el sector de San Nicolás, una pareja de esposos había denunciado el auto como sospechoso de extrañas maniobras. Lo cierto es que un retén policial hizo el alto en plena carretera, el chofer desobedeció y los efectivos, irreflexivamente, dispararon.
El resultado fue que una de las balas mató a uno de los ocupantes -un militante aprista llamado Ciro Fernández- y otra hirió en la pierna a Velásquez Quesquén. El policía que disparó fue enjuiciado en su fuero y condenado por los hechos. El Apra culpó al fujimorismo del peligroso incidente y las cosas quedaron allí (el relato viene en el blog “Náusea Política”).
Pues bien, resulta ahora que Velásquez Quesquén le ha contado a “Caretas” una historia mítica que lo sitúa entre los héroes sobrevivientes de la guerra contra el terrorismo. “Caretas” la ha publicado así:
“El 12 de diciembre de 1994 fue el día más aciago en la vida de Javier Velásquez Quesquén... Aquella vez estuvo a punto de morir a manos de Sendero Luminoso, que emboscó el vehículo en el que viajaba de Chiclayo a Zaña.... “Fue uno de los hechos más dramáticos que me tocó vivir”, remarcó el congresista a casi 15 años del brutal atentado”. Hasta aquí la cita de “Caretas”.
Todo mentira. Sendero, descabezado hacía dos años, ya no sólo no actuaba en Zaña o Chiclayo -donde había tenido pocas intervenciones durante su esplendor asesino- sino que estaba hibernando y lamiendo sus heridas en sus “territorios originarios” como Huamanga. ¿Cómo podía entonces organizar un atentado en contra de quien era un oscuro aspirante a dirigente regional aprista en el camino de Chiclayo a Zaña?
Cuando Velásquez Quesquén dice que los 290 empleados que ha zampado en el Congreso porque tienen carnet aprista “sólo han regularizado su situación”, también miente. Porque está comprobado que más de la mitad de ellos entraron al presupuesto congresal en los últimos cuatro meses de su gestión. Y en relación a los otros, que ya ejercían funciones desde la directiva anterior, cabía perfectamente la figura de apelar a la austeridad y de no seguir abultando los gastos parlamentarios. Velásquez los ha incorporado formalmente y les ha dado estabilidad laboral. ¿Alguna comisión los evaluó? Ninguna. Pero tenían carnet partidario o eran simpatizantes.
Velásquez Quesquén dice que ignoraba “absolutamente” que su secretaria personal Giovanna Díaz Moreno, estudiante de derecho, había ganado, con una empresita fundada en el 2007, más de un millón de soles vendiendo enseres escolares, levantando módulos educativos y hasta incursionando en el tendido de redes eléctricas rurales.
¿Y dónde operaba la empresita Contratistas CG? Pues en el gobierno regional del Callao, del compañero Alex Kouri, y -oh casualidad- en las municipalidades amiguísimas de Ferreñafe, Pimentel y Chiclayo. ¿Y cómo obtenía el grueso de sus ingresos? Pues mediante la figura de “menor cuantía”, o sea dispersando en varias partes el presupuesto de la obra para no pasar la suma de 30,000 soles en cada factura.
“Yo no sabía qué hacía mi secretaria en sus ratos libres”, dijo Velásquez Quesquén hace muy pocos días, luego de la denuncia de “Cuarto Poder”.
El mensaje de García nombrando a Velásquez Quesquén es todavía más ominoso. Convencido de que fue Jorge del Castillo quien habría estado detrás del reportaje de “Cuarto Poder”, García le ha contestado a su ya carbonizado ex primer ministro, a la prensa que odia (este diario, “Perú 21”, “Cuarto Poder”, a veces “La República) y al peruano de a pie que lo desaprueba en masa: “hago lo que me da la gana”.
Sí, hace lo que le da la gana. Por eso premia a un farsante que aspira a ser tan rico como él. Será una tarea titánica, pero no imposible.
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