JUAN CONTRERAS T.
CIPAL
Por fin, Ollanta Humala se animo hace unas horas a reconocer que GANA PERU fue solo una alianza electoral y que no existe mas que en la bancada del Congreso de la República cancelando así toda relación con los frentes de defensa, las organizaciones populares y los partidos de izquierda que lo llevaron al poder. Ollanta Humala le ha dicho al país que en el Perú mandan los poderosos, las cúpulas sean políticas, empresariales o militares, condenando a los electores y al pueblo en general a las tribunas y a participar solo en las elecciones al que deben retornar cada cinco años.
Esta afirmación resulta una brutal negación al sistema de partidos, al propio Partido Nacionalista y a los valores y principios de la democracia, es decir, a la potestad legitima del pueblo a gobernar a través de sus representantes y señalar su mejor futuro. Confirma también que mientras la economía peruana se inserta subordinadamente en la sociedad de capitales (economía global), los usos y costumbres de la política arrastran aun las pesadas huellas del caudillismo cesarista, la forma mas atrasada de ejercer el poder, el conservadurismo criollo que Fujimori y García Pérez personificaron para gobernar sin el control de los poderes públicos para convertir el país y sus recursos en su chacra, sirviendo a los poderosos de arriba y de afuera sin importarles el futuro de las mayorías que habitan en el territorio peruano.
La frase de Ollanta Humala emula la vieja frase del sectarismo aprista "solo el aprismo salvara al Perú" indicando que cuanto mas lejos se esta del movimiento popular es porque mas cerca se encuentra de los poderosos a quienes se debe servir porque de ellos es el poder. Pone de relieve igualmente que en el Perú, pese a la llamada reforma neoliberal preconizada por la Constitución de 1993, perdura todavía un sistema político ineficiente y errático para la gestión publica y la solución de los problemas mas sentidos del país cuya frondosa raíz histórica tiene su base en la negativa de las elites -desde la Independencia hasta hoy- de echar las bases de un orden democrático radical en sus aspectos políticos, económicos y sociales.
No conviene -según la lógica de Ollanta- un pueblo organizado políticamente consiente, una sociedad de ciudadanos como postulaban los liberales fundacionales como Locke y Rousseau. Solo importan las masas, la chusma, a los que se puede manipular a través de los programas sociales y la prensa de medio sol. Para bien, confirma que el neoliberalismo no solo es incapaz de asegurar el bienestar económico y social de los pueblos, sino además un sistema de partidos como correa de trasmisión y representación de la sociedad, sin la cual resulta una utopía edificar la democracia política. Para mal, indica que podría no dudar Ollanta para recurrir al autogolpismo, la reelección y el entornilla miento familiar en las riendas del poder. Estamos advertidos sobre lo que se viene
CIPAL
Por fin, Ollanta Humala se animo hace unas horas a reconocer que GANA PERU fue solo una alianza electoral y que no existe mas que en la bancada del Congreso de la República cancelando así toda relación con los frentes de defensa, las organizaciones populares y los partidos de izquierda que lo llevaron al poder. Ollanta Humala le ha dicho al país que en el Perú mandan los poderosos, las cúpulas sean políticas, empresariales o militares, condenando a los electores y al pueblo en general a las tribunas y a participar solo en las elecciones al que deben retornar cada cinco años.
Esta afirmación resulta una brutal negación al sistema de partidos, al propio Partido Nacionalista y a los valores y principios de la democracia, es decir, a la potestad legitima del pueblo a gobernar a través de sus representantes y señalar su mejor futuro. Confirma también que mientras la economía peruana se inserta subordinadamente en la sociedad de capitales (economía global), los usos y costumbres de la política arrastran aun las pesadas huellas del caudillismo cesarista, la forma mas atrasada de ejercer el poder, el conservadurismo criollo que Fujimori y García Pérez personificaron para gobernar sin el control de los poderes públicos para convertir el país y sus recursos en su chacra, sirviendo a los poderosos de arriba y de afuera sin importarles el futuro de las mayorías que habitan en el territorio peruano.
La frase de Ollanta Humala emula la vieja frase del sectarismo aprista "solo el aprismo salvara al Perú" indicando que cuanto mas lejos se esta del movimiento popular es porque mas cerca se encuentra de los poderosos a quienes se debe servir porque de ellos es el poder. Pone de relieve igualmente que en el Perú, pese a la llamada reforma neoliberal preconizada por la Constitución de 1993, perdura todavía un sistema político ineficiente y errático para la gestión publica y la solución de los problemas mas sentidos del país cuya frondosa raíz histórica tiene su base en la negativa de las elites -desde la Independencia hasta hoy- de echar las bases de un orden democrático radical en sus aspectos políticos, económicos y sociales.
No conviene -según la lógica de Ollanta- un pueblo organizado políticamente consiente, una sociedad de ciudadanos como postulaban los liberales fundacionales como Locke y Rousseau. Solo importan las masas, la chusma, a los que se puede manipular a través de los programas sociales y la prensa de medio sol. Para bien, confirma que el neoliberalismo no solo es incapaz de asegurar el bienestar económico y social de los pueblos, sino además un sistema de partidos como correa de trasmisión y representación de la sociedad, sin la cual resulta una utopía edificar la democracia política. Para mal, indica que podría no dudar Ollanta para recurrir al autogolpismo, la reelección y el entornilla miento familiar en las riendas del poder. Estamos advertidos sobre lo que se viene
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